Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

I Macabeos 6, 28-59

28 Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos,
capitanes del ejército y comandantes de la caballería.

29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del

mar.

30 El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y
32 elefantes adiestrados para la guerra.


31 Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron
durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados,
en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente.

32 Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría,
frente al campamento real.

33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con
todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron
para entrar en batalla y se tocaron las trompetas.

34 A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para
prepararlos al combate.

35 Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con
cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada
elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,

36 que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde
fuese, sin apartarse de él.

37 Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte
de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además
del conductor.

38 Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los
flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y
proteger las
falanges.

39 Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce,
resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como
antorchas
encendidas.

40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los
montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y
avanzaban con
seguridad y buen orden.

41 Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella
muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las
armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte.

42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y
sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.

43 Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba
protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas
las
demás, creyó que el rey iba en ella,

44 y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre
inmortal.

45 Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange,
matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de
él a un lado y a otro;

46 se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató.

Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar.


47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad
de sus tropas, cedieron ante ellas.

48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el
rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.

49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al
no
tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.

50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.

51 Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas
de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar
flechas y hondas.

52 Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios
de los otros y combatieron durante muchos días.

53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año
séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea
habían consumido las últimas reservas.

54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el
Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.

55 Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había
confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono,

56 había vuelto de Persia y Media y con él las tropas
que
acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno.

57 Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse,
diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De
día en día
venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien
fortificada y los negocios del reino nos urgen.

58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y
con toda su nación

59 y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues
irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.»